jueves, 20 de diciembre de 2007

PRESENTACIÓN

El flamenco es, como el jazz, uno de los grandes géneros musicales de raíz popular que ha dado la modernidad. De su condición moderna nos hablan tanto los tránsitos históricos que ha tenido desde su origen, como la dimensión universal que alcanzó en el siglo pasado y su proyección en el nuevo milenio.
Producto de determinados ambientes de la bohemia artística, el flamenco se elaboró sobre la base del rico y extenso folclore de la cultura popular hasta lograr un refinamiento propio de las vanguardias musicales.
Basado en las músicas de tradición oral, desbordó sus ámbitos naturales, para integrarse en los circuitos internacionales. Tradicional y vanguardista, el flamenco ha crecido como arte, manteniendo la tensión entre la tendencia al conservadurismo y la voluntad de ruptura de las vanguardias artísticas. En este ámbito contradictorio y enriquecedor, entre lo local y lo universal, entre tradición y vanguardia, el flamenco ha sabido desplegar todas sus potencialidades sin dejar de ser ni lo uno ni lo otro.
El flamenco se asoma al siglo XXI con un bagaje propio nada despreciable. Ha resistido el envite de los procesos generales de aculturación y la sustitución de la cultura popular por la cultura de masas. Frente a la estandarización, el sincretismo y la homogeneización de estilos, impuestos desde los intereses económicos al sector de la creación musical, el flamenco ha conservado sus rasgos singulares. Al mismo tiempo ha sabido evolucionar, asumiendo las propuestas artísticas de sus intérpretes que no han dejado de aportar elementos novedosos, y a veces rompedores, al fondo artístico común.
La libertad y la sinceridad han sido armas fundamentales para combatir, tanto los intentos de desnaturalización por parte de los intereses comerciales del mercado, como la tendencia inmovilista a la fosilización por parte de los ambientes llamados puristas.
Desde los inicios del género, Barcelona ha sido un lugar de referencia en el desarrollo de la cultura flamenca. Estuvo presente en la inauguración del Liceo en el año 1847 y por los cafés cantantes de la ciudad, en especial aquel Villa Rosa regentado por la familia Borrull, donde desfilaron todas las figuras de la época (Chacón, Manuel Torre, Ramón Montoya, Sabicas, Pastora Pavón...). De la vitalidad flamenca de entonces dan fe las crónicas de Sebastià Gasch en su tribuna del semanario Mirador, el ambiente del bar Manquet donde solían actuar los Amaya con su niña Carmen y también que Vicente Escudero, amigo fraterno de Gasch y de Joan Miró, hiciera de Barcelona su segunda ciudad, después de París.
Si eso es un pretérito, el presente no puede ser más alentador. Una cantera de jóvenes artistas ha irrumpido en el circuito profesional formando parte de una generación de referencia. Miguel Poveda, Mayte Martín, Cañizares, Duquende, Chicuelo, Montse Cortés, J.R. Caro (por citar algunos nombres) son artistas que han bebido y beben de los cánones sin renunciar a relacionarse con otras músicas. Sus propuestas estéticas están impregnadas de modernidad porque perciben la actualidad flamenca en toda su dimensión y sobre todo la difunden desde un sonido propio, personal.
Eso es así porque en Barcelona se produce y se consume flamenco, desde la mezcla y la intensidad, con la pulsión que toda metrópolis tiene para generar cultura urbana. Asistir como espectador a los recitales de la ciudad -en los festivales de Nou Barris o Ciutat Vella, o en actuaciones en locales con programación continuada, por ejemplo- permite observar cómo se deshace el tópico del aficionado elitista y endogámico. Si hubiera que trazar un perfil diríamos que se trata de un público diverso y joven, conocedor y amante de otras músicas, que se interesa por el flamenco precisamente por la complejidad y riqueza musical que atesora.
Desde esta percepción del flamenco y su contemporaneidad, la SFB El Dorado se presenta con la voluntad de crear un punto de encuentro, un lugar común donde se desarrollen actividades flamencas. Se trata de atraer y difundir iniciativas para contribuir a que el flamenco adquiera carta de normalidad en la vida cultural ciudadana.
El Dorado quiere ser algo más que un club de amigos aficionados al flamenco que se reunen para el gozo y disfrute de esta música. Queremos demostrar que en esta ciudad existe una demanda latente por el flamenco que si se canaliza y se potencia enriquecerá el patrimonio cultural.
Así, desde lo específico del flamenco y con la garantía que nos proporciona una música rica y atractiva, buscaremos el contacto y el entendimiento con otras formas expresivas que nos son contemporáneas, para poder participar e incidir en la actividad cultural que produce la ciudad de Barcelona.

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